Toda cosa viviente tiene su propia sensibilidad, su propio modo de vida, su propia conciencia, pero el hombre siempre ha presumido diciendo que la suya es superior y debido a esa presunción pierde su dignidad, volviéndose insensible, duro y destructivo. En esa percepción directa de cada instante, donde nada está previsto ni estudiado. En ese momento de la nada, todo es.
Ana Valentin.
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