Frente al océano. Como un cortejo de palmeras que vigilan el lenguaje de mi isla. Subyace la hegemonía de un litoral que se me antoja paradisiaco, pero que no lo es. En medio de la capital, en túmulo de tierra vaciada de distintos lugares nació este espacio. Mirar el mar desde tus numerosos mirados es como viajar en el tiempo a través de la geografía de mundo.
Al final el remanso de frescura que nos brinda el agua de su estanque culmina en una sensación de que estamos aquí, bajo el cielo.
Recorriendo los senderos del agua las aves y los sueños enmudecen frente al singular encanto de esos rincones que, muchas veces ignoramos que están tan cerca de nosotros. El Palmetum de Santa Cruz de Tenerife merece una visita y una visión de nos adentramos en él para que no permanezca olvidado del reclamo de las visitas. Ana Valentín.
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