Perderse por el sendero de piedras que borde los acantilados de la playa de Buenavista en Tenerife, nos inicia en un cortejo de sumisión a la naturaleza más perfecta. Localizar ese enclave que serpentea junto al mar y nos conduce a la vieja ermita.
En su paya los callados dejan sus marcas e inventan fronteras entre el mar y la tierra. Donde los diminutos peces y cangrejos luchan por la supervivencia. En un remanso de frescor las olas se ruborizan frente a nosotros a modo de cortejo invitándonos al disfrute de un baño relajante a la caída de la tarde. Reportaje gráfico de Ana Valentín.
A LA MAR
La voluntad de Dios por grillos tienes
y escrita en la arena la ley te humilla,
y por besarla llegas a la orilla,
Mar obediente a fuerza de vavines.
En tu soberbia misma te detienes
que humilde eres bastante a resistilla
a ti misma tu cárcel maravilla,
rica por vuestro mal, de nuestros bienes.
¿A quién dio el pino y la haya atrevimiento
de ocupar a los peces su morada,
y al lino de estorbar el paso al viento?
Sin duda el verte presa, encarcelada,
la codicia del oro macilenta,
ira de Dios al hombre encaminada.
Francisco de Quevedo
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