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viernes, 3 de octubre de 2014

CREPUSCULAR


Aquella inmensa calma se vio interrumpida por el huracán que hizo temblar a todas las ramas de los árboles. El cielo se estremecía con truenos y relámpagos. Todo el follaje de las plantas parecía ahogarse con el agua y el lodo que se deslizaban arrebatando esperanzas de las cosechas perdidas.  Durante varias horas duró aquel espectáculo hasta que un temeroso arco iris se dibujó sobre un horizonte atemorizado.
 
 
Las nubes de rojo amarillo coronaron las colinas y un verde morado asomaba junto al índigo y a través de unos rayos de sol que parecían querer subirse a lomos de aquel puente multicolor, bajo un bello lienzo que deseaba salir de aquel triste desconsuelo. Pronto llegará otra noche y los vigilantes de la tierra decidieron bajar hasta el mar. Con el horizonte ya vestido de color púrpura el disco de oro crecía en su oculta majestuosidad. Hilos de oro perfilaban a unas nubes que se resistían a morir, mientras que un crepúsculo descendía en su propio lamento. La confusa claridad que allí reinaba era como un velo de belleza inexplicable y tierna a la vez que susurraba en los oídos de la noche. Crepúsculos de voz dorada y renovada que bulliciosa cantaba en los albores de otra tarde de estío.
 
 
 
El crepúsculo llegó al fin y unos pájaros saltaron de rama en rama buscando cobijo para aquella
noche.Y las estrellas al verles pensaron tantas cosas bonitas porque la naturaleza seguía ofreciendo esa pequeña perfección que abarca, una vez más,  la inmensidad de todo el infinito. Hasta aquel mágico momento  fueron naciendo noches y estrellas y la enorme luna la fue besando suavemente. Bajo la bóveda azul cobalto de los sueños el rocía siguió deslizándose por el rostro de las rosas, entre . Allí quedaban envueltos todos mis sentidos, entre pequeñas coronas de flores, entre las colas de los cometas. Como el canto de un pájaro me despedía de aquella niñez bajo la rama de un chopo que me observaba. Se agitaron entonces aquellas horas que pasaban frente a mí subidas en las hojas de algún árbol.
 
 
La transparencia del agua del estanque me trajo nombres sobre las alas de las gaviotas que surcando el cielo parecían querer partir en dos mitades el inmenso mar de las distancias. Ana Valentín.
 
 
 

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