Esta es una historia distinta. Una de esas historias que nadie se atreve a contar, porque no cree que puedan suceder así. Pero como yo soy la única protagonista de la misma, me voy a sumergir en el tiempo de cada uno de vosotros, para dar un toque de atención. Quiero que los seres humanos me vean no como a esa gota que, de un zarpazo, nos quitamos cuando nos molesta. Soy la parte más importante de su constitución física; AGUA.
El lugar de donde vengo se llama "El Espejo de la Luna" y es cierto, porque allí va la Luna a mirarse cada día. Situado entre majestuosas montañas que foman entre sí los Lagos de Nathaniel . Ellos son el lugar de comienzo de muchos viajes, pero a su vez también son un lugar de retorno al final del camino. Lugar donde las estaciones se complacen en recordarnos que, en las distintas caras de la Luna , están naciendo a diario soles y estrellas. y es entre esa luz y esa sombra donde se encuentra la verdadera belleza de las cosas sencillas. Igual que yo. Sencilla frágil, cariñosa, escurridiza, pero de gran importancia para que todo ésto suceda y la vida continúe.
Y es precisamente desde este lugar, desde donde partimos un día hacia el mar. Muchas de nosotras se quedrán atrapadas en el camino por alguna nube o tal vez por la mala utilidad que haga de nosotras el hombre.
PRIMAVERA
¡Ummmmm, ya sopla la Primavera entre las temblorosas florecillas casi nacientes de los prados! Mi peculiar sonido las hace vibrar de alegría al verme. Cada año me esperan serpentando los caminos para que yo fluya entre todas ellas. Aquí estoy yo tranquila a la vez que inquieta. Con ese tintineo de casi el mes de abril entre mis manos, y me dispongo a ofrecer toda esa frescura que traigo desde las montañas. Me contemplo reflejada en el amarillo árbol de una mimosa y observo todo cuanto hay a mi alrededor que es ¡LA VIDA! en todas sus manifestaciones. Al pasar bajo sus ramas puedo escuchar el zumbido monótono de las abejas que se afanan en sus tareas. Saltando de flor en flor y aprovechando hasta el último grano de pólen que luego almacenarán en cada colmena para fabricar la rica miel. Las personas se alimentarán con ella y la naturaleza continuará su compromiso con la creación.
Yo me siento muy orgullosa de ser parte de todo ese trabajo. Doy de beber al árbol y el árbol da trabajo a la abeja. Luego la abeja dará de comer al hombre.
VERANO
¡Por fin he llegado al mar! Amplio, azul y lleno de contrastes. El sol no se aparta de mi cabeza y aprieta el calor. Observo grandes barcos surcando mi cuerpo y a los delfines saltar sobre mi espalda riedo de alegría. Oigo ruido, risas de niños felíces que se aproximan para tocarme. En las orillas tejo encajes de espuma para que los más pequeños disfruten de mí sin peligro. Me abrazo a ellos y siento vibrar sus cuerpecitos al contacto con el sabor salado que tanto me caracteriza. Estoy presente en cada juego y soy confidente de esas miradas que vagan en busca de respuesta mirando al horizonte. ¡Qué reconfortante es poder sentir en tu propia piel la alegría misma de las cosas, de las personas.
No concibo un verano sin mi presencia que en ocasiones pocos saben valorar. Soy complemento de la luz, porque sin ella mi esplendor se vería tamizado por los nubarrones del verano que intimidan el acercarse hasta mí. Me lleno y me vacío una y mil veces en esa sencilla intimidad que me caracteriza, procurando estar presente en todas partes.
Pero el resplandeciente sol prepara ya mi equipaje, volviendo a las tardes más cortas y más frescas. Yo, junta a mis compañeras lo noto porque las risas de los niños se sienten más lejanas y los cansados pies de los ancianos no pasean sobre la fina arena de la playa. Algún soñador solitario se resiste a abandonarme tan pronto, e intenta atrapar con su pincel hasta mi último aliento, en toda la magnificencia de ese decandente verano que agoniza frente a nuestros ojos.
Siento tristeza ante la soledad de esa playa vacía, pero sé que mi camino debe continuar. La bruma de la mañana me avisa de que debo ir despidiéndome de ese paisaje tan mío.
OTOÑO
Estoy dormida aún y me siento pesada. Debo seguir mi viaje, mi ciclo de vida. Me doy cuenta de las caras de unos niños con las narices pegadas a mi piel tratando de mirar en mi interior. ¿Qué pensarán que llevo dentro de mí? Soy transparente como me ven y no escondo nada porque soy agua, pureza, vida, continuación. Pero en mi interior más profundo están escritas todas esas historia que a lo largo del viaje he ido guardando como un tesoro. Como una gigantesca bola de cristal donde podemos ver lo vivído el pasado año y también este. Pero no debemos olvidar que todavía nos quedan dos espacios en ella por llenar. Siguen mirándome y como aún estoy imncompleta me dejan con cuidado sobre la rama de un árbol. Pronto llegará la noche y la evaporación de la tierra debido al calor del día hará que me condense y me vaya elevando hasta el cielo. Muy lejos, en las montañas me espera mi destino.
Durante el camino hacia las tierras más altas mi corazón se encoje de tristeza al contemplar todo lo que ha sucedido en mi ausencia. Aquellos bosques por los que me había deslizado en primavera absorviendo el perfume de sus flores estaban quemados. El aire fresco que dejé entre sus plantas ahora huele a muerte y a desolación. Veo a los animales correr asustados en busca de sus crías y los pinos que abren sus brazos suplicando ayuda. ¡Qué horror! Intento apartar la mirada pero el humo reinante me hace ver hasta donde la mano del hombre es despiadada con la naturaleza. Ni todas las gotas contenidas en ésta nube en la que viajo podrán dar un poco de frescor al monte que agoniza.
¡Cómo es posible que el corazón de las personas albergue tanta maldad! La palabras parecen no tener salida de mi boca, mientrar mi corazón llora de dolor con tanta miseria.
INVIERNO
Nos acercamos a las altas cumbres. Allí donde el invierno tiene su palacio de nieve. Vuelvo la mirada y todavía me parece oir el gemido del pinar, el sauce o el haya. Con el corazón sobrecogido por la pena llego a los lagos de Nathaniel. Ha comenzado a nevar. Lentamente todo se va cubriendo de blanco. Los senderos apenas se ven y las edelwais intentan pernamecer con sus cabecitas estiradas. Los muñecos de nieve ya se han puesto sus bufandas, igual que las gentes que viven por ahí. Los rebaños se recogen y la leña se almacena en los establos.
Es tiempo de fuego, comida caliente y trabajos en la casa. Mis hermanas y yo hemos encontrado un hueco en el alféizar de una ventana. Allí, junto a un seto permaneceremos hasta la Primavera. Desde este lugar vemos los lagos de Nathaniel transparentes. Algún cisne se desliza sobre sus heladas aguas entonando su último canto. Una sinfonía de colores únicos que va pespunteando aquel bonito cuadro.
En el Espejo de la Luna se seguirán escribiendo historias como éstas; de AGUA, ya que sin ellas los Lagos de Nathaniel no existirían. Ana Valentín.
F I N
El lugar de donde vengo se llama "El Espejo de la Luna" y es cierto, porque allí va la Luna a mirarse cada día. Situado entre majestuosas montañas que foman entre sí los Lagos de Nathaniel . Ellos son el lugar de comienzo de muchos viajes, pero a su vez también son un lugar de retorno al final del camino. Lugar donde las estaciones se complacen en recordarnos que, en las distintas caras de la Luna , están naciendo a diario soles y estrellas. y es entre esa luz y esa sombra donde se encuentra la verdadera belleza de las cosas sencillas. Igual que yo. Sencilla frágil, cariñosa, escurridiza, pero de gran importancia para que todo ésto suceda y la vida continúe.
Y es precisamente desde este lugar, desde donde partimos un día hacia el mar. Muchas de nosotras se quedrán atrapadas en el camino por alguna nube o tal vez por la mala utilidad que haga de nosotras el hombre.
PRIMAVERA
¡Ummmmm, ya sopla la Primavera entre las temblorosas florecillas casi nacientes de los prados! Mi peculiar sonido las hace vibrar de alegría al verme. Cada año me esperan serpentando los caminos para que yo fluya entre todas ellas. Aquí estoy yo tranquila a la vez que inquieta. Con ese tintineo de casi el mes de abril entre mis manos, y me dispongo a ofrecer toda esa frescura que traigo desde las montañas. Me contemplo reflejada en el amarillo árbol de una mimosa y observo todo cuanto hay a mi alrededor que es ¡LA VIDA! en todas sus manifestaciones. Al pasar bajo sus ramas puedo escuchar el zumbido monótono de las abejas que se afanan en sus tareas. Saltando de flor en flor y aprovechando hasta el último grano de pólen que luego almacenarán en cada colmena para fabricar la rica miel. Las personas se alimentarán con ella y la naturaleza continuará su compromiso con la creación.
Yo me siento muy orgullosa de ser parte de todo ese trabajo. Doy de beber al árbol y el árbol da trabajo a la abeja. Luego la abeja dará de comer al hombre.
VERANO
¡Por fin he llegado al mar! Amplio, azul y lleno de contrastes. El sol no se aparta de mi cabeza y aprieta el calor. Observo grandes barcos surcando mi cuerpo y a los delfines saltar sobre mi espalda riedo de alegría. Oigo ruido, risas de niños felíces que se aproximan para tocarme. En las orillas tejo encajes de espuma para que los más pequeños disfruten de mí sin peligro. Me abrazo a ellos y siento vibrar sus cuerpecitos al contacto con el sabor salado que tanto me caracteriza. Estoy presente en cada juego y soy confidente de esas miradas que vagan en busca de respuesta mirando al horizonte. ¡Qué reconfortante es poder sentir en tu propia piel la alegría misma de las cosas, de las personas.
No concibo un verano sin mi presencia que en ocasiones pocos saben valorar. Soy complemento de la luz, porque sin ella mi esplendor se vería tamizado por los nubarrones del verano que intimidan el acercarse hasta mí. Me lleno y me vacío una y mil veces en esa sencilla intimidad que me caracteriza, procurando estar presente en todas partes.
Pero el resplandeciente sol prepara ya mi equipaje, volviendo a las tardes más cortas y más frescas. Yo, junta a mis compañeras lo noto porque las risas de los niños se sienten más lejanas y los cansados pies de los ancianos no pasean sobre la fina arena de la playa. Algún soñador solitario se resiste a abandonarme tan pronto, e intenta atrapar con su pincel hasta mi último aliento, en toda la magnificencia de ese decandente verano que agoniza frente a nuestros ojos.
Siento tristeza ante la soledad de esa playa vacía, pero sé que mi camino debe continuar. La bruma de la mañana me avisa de que debo ir despidiéndome de ese paisaje tan mío.
OTOÑO
Estoy dormida aún y me siento pesada. Debo seguir mi viaje, mi ciclo de vida. Me doy cuenta de las caras de unos niños con las narices pegadas a mi piel tratando de mirar en mi interior. ¿Qué pensarán que llevo dentro de mí? Soy transparente como me ven y no escondo nada porque soy agua, pureza, vida, continuación. Pero en mi interior más profundo están escritas todas esas historia que a lo largo del viaje he ido guardando como un tesoro. Como una gigantesca bola de cristal donde podemos ver lo vivído el pasado año y también este. Pero no debemos olvidar que todavía nos quedan dos espacios en ella por llenar. Siguen mirándome y como aún estoy imncompleta me dejan con cuidado sobre la rama de un árbol. Pronto llegará la noche y la evaporación de la tierra debido al calor del día hará que me condense y me vaya elevando hasta el cielo. Muy lejos, en las montañas me espera mi destino.
Durante el camino hacia las tierras más altas mi corazón se encoje de tristeza al contemplar todo lo que ha sucedido en mi ausencia. Aquellos bosques por los que me había deslizado en primavera absorviendo el perfume de sus flores estaban quemados. El aire fresco que dejé entre sus plantas ahora huele a muerte y a desolación. Veo a los animales correr asustados en busca de sus crías y los pinos que abren sus brazos suplicando ayuda. ¡Qué horror! Intento apartar la mirada pero el humo reinante me hace ver hasta donde la mano del hombre es despiadada con la naturaleza. Ni todas las gotas contenidas en ésta nube en la que viajo podrán dar un poco de frescor al monte que agoniza.
¡Cómo es posible que el corazón de las personas albergue tanta maldad! La palabras parecen no tener salida de mi boca, mientrar mi corazón llora de dolor con tanta miseria.
INVIERNO
Nos acercamos a las altas cumbres. Allí donde el invierno tiene su palacio de nieve. Vuelvo la mirada y todavía me parece oir el gemido del pinar, el sauce o el haya. Con el corazón sobrecogido por la pena llego a los lagos de Nathaniel. Ha comenzado a nevar. Lentamente todo se va cubriendo de blanco. Los senderos apenas se ven y las edelwais intentan pernamecer con sus cabecitas estiradas. Los muñecos de nieve ya se han puesto sus bufandas, igual que las gentes que viven por ahí. Los rebaños se recogen y la leña se almacena en los establos.
Es tiempo de fuego, comida caliente y trabajos en la casa. Mis hermanas y yo hemos encontrado un hueco en el alféizar de una ventana. Allí, junto a un seto permaneceremos hasta la Primavera. Desde este lugar vemos los lagos de Nathaniel transparentes. Algún cisne se desliza sobre sus heladas aguas entonando su último canto. Una sinfonía de colores únicos que va pespunteando aquel bonito cuadro.
En el Espejo de la Luna se seguirán escribiendo historias como éstas; de AGUA, ya que sin ellas los Lagos de Nathaniel no existirían. Ana Valentín.
F I N
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