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martes, 23 de diciembre de 2008

RELATO CORTO







EL EMIGRANTE


No importa cual fué su nombre, Pedro, Juan o Sebastián. Era un canario del campo,
con las manos agrietadas de trabajar la tierra, ya que por más que luchara por la
economía familiar, ésta seguía siendo precaria.


Un día le hablaron unos amigos; " con los ahorros que tienes, podrías marchar a
América, dicen que allí hay mucho trabajo y es todo prosperidad"


Por eso, allí se encontraba él, esperando en esa playa, un milagro, una ilusión. Con sus
pies descalzos, metidos en la tibia arena y de sus manos colgando unas alpargatas. A
su lado una maleta de madera que él mismo había construido. Miró la cuerda que
anudaba la maleta y sintió como si ésta rodeara su cuello hasta hacerle perder la
respiración. ¡Era tanto el miedo! ¿Qúe le depará el destino? Y sintió un profundo
escalofrío que recorrió su cuerpo como un huracán.


Contemplando nuevamente la maleta pensó: ¿en que pequeño espacio puede ir la vida
de un hombre? Sólo una muda de ropa, fotografías van dos, y para pasar el viaje
queso y gofio en un zurrón. ¡Que dolor tan profundo tener que dejar a los suyos!. A su
tierra tan querida, sus volcánes, las playas de arena negra y los grandes palmerales.
Sintió como si una garra oprimiera su estómago. Era el miedo. Miedo a un mundo
nuevo y desconocido. Escudriñó el atlántico con sus tristes y profundos ojos,
mientras por sus mejillas rodaban dos lágrimas. Deseaba y temía a la vez ver el barco
que le llevaría a una vida nueva pero incierta. Entonces le vinieron a la mente las
palabras que un día escuchó a su abuelo: "El canario es hombre noble, valiente y
trabajador".
Acto seguido reflexionó: "¿Pero si tengo esos dones de que tengo miedo yo?"
Se relajó respirando la brisa marina y vió en el horizonte a un blanco velero que ponía rumbo a la playa.
Ana Dorta Luis
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