Es octubre y, la magia,
se acrisola de ópalos y amatistas,
mientras chirría la rutina,
desde los engranajes sórdidos.
Es octubre y, las flores,
crujen en los paseos
y las fuentes se devienen
en vidrieras modernistas.
Es octubre y, la lluvia
tamborilea en el vidrio
del café del teatro,
que huele a manzanilla.
Es octubre y, mi peso,
se licúa en aguas verdes,
de lagos amables
donde se dibuja mi silueta.
Es octubre y mis pies,
reclaman las mieses
de las sendas de barro
y las nubes de cinc.
Es octubre y, los relojes,
se ablandan como masas
de panes fermentados,
de un cuadro de Dalí.
Es octubre y, la muerte,
es solo un espejismo humano,
un concepto natural
que ignora la vida que subyace.
Es octubre, un octubre,
del cual tengo ya el recuerdo,
un recuerdo infinito
y, sin acotaciones.
Es octubre y, mis dedos,
son gorriones de lápiz,
entre la húmeda grama,
de una magia de ámbar.
Hanah Valentin
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