La torre de la Concepción de La Laguna estaba aquella tarde envuelta en la niebla de comienzos de otoño. Aunque no suele ser frecuente que por esta época del año aparezcan las brumas tan pronto, se confeccionaba y instante de magia a la vez que curiosidad. Pese a ello la temperatura era cálida y el ambiente muy agradable.
Poca gente en sus calles peatonales que convertían, por una horas a La ciudad de los Adelantados, en un lugar solitario. Pese a ello las terrazas eran sin lugar a dudas un lugar de encuentro bajo la niebla.
La Laguna, testigo mudo de tus años de historia. De reencuentros y de soledades. De luces nocturnas que acompañan a tus calles con la sinuosa mirada de quienes por ti pasaron y a quienes tú colocaste en los anales del tiempo. La Laguna recoleta, romántica y señorial que llevas escrita en tus fachadas los blasones de aquellos que ti una ciudad, culta, respetable, religiosa y llena de tesoros escondidos. Desde tu Vega hasta tu universidad. Desde tus patios hasta los montes que te rodean. Quizás siga en ti durmiendo el misterio de tu historia o tal vez está diseñada para no descubrir la verdadera esencia de tus cimientos. ¿Quién sabe? Los escrito está en tus páginas y lo que de ti escribamos desde hoy se convertirá en lo que haremos de ti en un mañana no tan lejano. Procurar y procurarse en esta labor que ya muchos ven lejana pero que todavía existen los cabos para seguir tejiendo en las arcas de la memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario