Aunque nos parezca el mismo, cada ocaso tiene su singularidad. En estas fría tardes de un mes de marzo algo revoltoso el cielo de Santa Cruz se cubre de la bruma y en el puerto se ven pespuntear las luces de otra tarde. Aire fresco que te roza la cara mientras paseamos junto a la fuente la plaza de España. A lo lejos las montañas de Anaga se acomodan bajo las nubes y el agua se convierte en un espejo desafiante frente a las últimas horas de luz.
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