Antonio Colmeiro, pintor, dibujante y escultor nace en Barcelona en el año 1932. De las enseñanzas de su padre (profesor de la escuela de Bellas Artes) comienza a pintar. Viajero incansable termina viniendo a vivir a Tenerife. Su extensa obra es el muestrario de todo un ben hacer sin descuidar la esencia misma de los personajes a los que pinta. Como bien dice el pintor: "Siempre el rostro del ser humano domina mi obra. Porque solo el hombre en su infinita dimensión tiene luz interior que da vida a la materia. Los rostros y las manos son las únicas ventanas al infinito"
Luis López Anglada, Premio Nacional de Literatura le escribió este poema:
No se supo jamás cuando ni dónde
Todo es casi pecado. Se introdujo
aquella semisombra como un lujo
con el misterio que le corresponde.
El que lo quiera descubrir, que ahonde
en qué chistera estaba, en qué brujo,
dicen de una mujer que le sedujo.
Nadie sabe en qué cámara te esconde.
Hablan de un buhonero con levita
del oro salomónico que habita
Donde ya nada sobra y nada cabe.
¡Todo es mentira! Si alguien le conjura
que mira más allá de la pintura,
porque es solo Colmeiro el que lo sabe.
El pintor descansando en su casa de Tenerife
La mujer ha sido su musa y su inspiración.
La luz descubre al lienzo un pasadizo
se entra por él a la emoción ¿Quién vive?
Una figura hermosa nos recibe.
Su cuerpo huele a pan, a un bebedizo
color azul. La estancia misteriosa,
ordena sus volúmenes. Al fondo
un espejo retrata lo redondo
del mundo, viviente en cada cosa
pintada por los ojos de la mano:
una mujer que mira, un rojo lento
cayéndose a una mesa, un movimiento
de gasas que anunciaron el verano...
Y una piel que conduce a la alegría
lo furtivo del tacto, en un paisaje
donde la nieve pugna entre el encaje
del cuerpo. Un ave tras la celosía.
Todo en su sitio, como puesto adrede
por alguien que se fue. Todo insertado
en una realidad de lo inventado
que invita al visitante a que se quede
en esa habitación...
Porque se queda
para siempre en el lienzo...Y hace casa
en esta mujer bella tras la gasa
de verdes ojos y actitud de seda.
(Ángel García López (Premio Nacional de Literatura)
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