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jueves, 13 de noviembre de 2014

EL ATLAS, LA MEDIDA DEL SAHARA



La cordillera del Atlas es un sistema montañoso de 2400 kilómetrosal noroeste de Africa.  Desde Túnez por Argelia hasta Marruecos. Su pico más alto es el Toubkal y su población es mayormente bereber.

La "Rosa del desierto" es una roca sedimentaria formada en los desiertos (yeso, agua y arena). En un mineral blando y su limpieza es muy delicada. Cepillar con pincel fino y humedecido en solución acuosa. Periodicamente se la puede pasar por el humo de un incienso para su limpieza energética. 



                                                          ROSAS EN EL DESIERTO

Bajo un sol cansino, traté de retarsar mi regreso. Aquel terciopelo rosa-gris que cubría mi cabeza lo estaba envolviendo todo en aquella tarde agosto. Enmedio de unpoblado sin nombre donde sus blancas casas configuran el único camino para llegar a cada una de ellas me encontraba yo, en el límite de toda una serie de metáforas de sensaciones jamás sentidas. En en polvo de aquel camino surgió de repente la silueta de una mujer vestida de negro. En una de sus manos llevaba un capacho y la otra colgaba sin tener nada a que aferrarse. Tras de ella caminaban dos niños de corta edad, descalzos y despeinados que al darse cuenta demi presencia se me acercaron extendiendo sus diminutas manos para que diera algún caramelo. Como no llevaba nada en mis bolsillos corrieron detrás de la mujer que a paso ligero iba desvaneciendo su silueta sobre el camino polvolriento. La seguí presurosa, sin una caminar trazado,  que de repente me llevó hasta los límites de aquel poblado.  Frente a mí solo habia silencio  interrumpido por el silbido del viento del Sahara. 



 La horizontal silueta de la cordillera  desplegó su majestuosidad coronando un paisaje de azul belleza. Con la garganta seca y el corazón sobrecogido por aquel lienzo escuché a lo lejos el canto de una mezquita a la puesta del sol. . Un sol que me cegaba a pesar de lo avanzado de la tarde.  El polvo que el viento levantaba quería velar mi miraa como si intuyera que mis ojos deseaban robarle aquella belleza.

Me fuí adentrand en aquel mar de dunas mientras mis pasos se resistían a seguir por la pesadez de mis pisadas. De repente el viento cesó y los ojos del Atlas se clavaron en mí como puñales. A mis pies un surco de agua fluía lentamente entre una piedras desnudas que herían mi camino. El asustado sol se colgó entonces de la cola del viento y una suave brisa cayó  en cascadas en la sombría claridad de un solitario manantial. Inmersa en aquel silencio violeta de sus noches del desierto  contemplé a las rosas del desierto que se resistían a las sombras tratando de recoger entre sus pétalos la inmensidad del universo. Aquella luz mortecina intentaba ahogarse en las bocas de aquellas flores.


Descubría entonces esa razón que había estado buscando desde hacía mucho tiempo.  Lo agreste de aquel paisaje coronado de montañas, de silencios, de lejanía y de sombras era el resultado de una búsqueda que ahora culminaba en esa frontera del tiempo. La noche caía sin piedad sobre aquella fina arena sin huellas, cuando todavía una estrella permanecía en el rosal de la tarde. Ana valentín.



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