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lunes, 12 de agosto de 2013

LA ALHAMBRA, donde las historias renacen de sus sombras




                                  MIL AÑOS DE SUEÑOS LABRADA

Cuando el sol se miró en tus aguas, el murmullo de otra tarde languidecía. Junto a las piedras de la muralla duerme una niña con un ramillete de flores en las manos. Los chirridos de las cigarras, queriendo velar su sueño se silenciaron. Existe un camino que serpentea en la distancia y su ilusión permanece escondida entre sus brazos. Sobre la canción transparente que recorre las esquinas de la Alhambra, las pisadas que hasta allí llegaron no se equivocan al volver.

El viejo Sacromonte enciende con cautela sus blancos ojos y el humo de su nostalgia se agita en el paisaje como un pájaro de fuego. Frescor de agua y cantos de luz se adivinan tras las celosías, mientras la sombra del Sultán recoge las estrellas que se han quedado perdidas por sus estancias.

¡Nada sabe igual pero huele a lo mismo! Puedo estirar mi mano sin tocarte. Pudo tocarte sin haber llegado a tu lado. He hablado con tus montañas y hasta he llorado con ellas. Desde lo alto de tu sierra la nieve se derrite y resplandece ante tanta belleza. La tenue brisa ha despertado a la niña que dormía en tu puerta. Disfruta como un pajarillo sobre aquel abanico de encuentros con la memoria. Ahora, los cuentos y las leyendas desean alojarse sobre esas nubes estiradas de caramelo, saltando los infinitos obstáculos naturales pintaditos en verde.  Se encuentra clavada en el túnel de las horas y, le parece escuchar al Sacromonte, a los gitanos. Un sonido de campanas de cristal se va mezclando con una aurora boreal tejida de claveles. Con esos destellos de luz que fueron hechos de sueños y perfumes de tu vega. El color rojo va dejando por tus sendas el dolor de la huida, cuando tu umbrío jardín empieza a agonizar. En el fondo de tus noches ya se esconden las alondras, bajo el traje de volantes de la niña. Vuelve el silencio a tus jardines, a tus estancias, a tus fuentes, a tu sierra. La luna deja hondear su inmensa capa de armiño sobre la Alhambra, y la noche salpica estelas de luz sobre el Patio de los Arrayanes. El sol ya no mira en sus estanques. En el Albaicín aún quedan perdidos por sus calles algunos luceros asomando sus rostros sobre algún sueño por terminar. La risa chiquita de un gnomo sorprende a la niña en el alféizar de una ventana ¡Está buscando a un corazón que se ha perdido en los jardines de la Alhambra! Las piedras están llorando en esta noche calla. Sus patios quedan en sombra junto a la canción de sus aguas. La brisa lleva en sus manos lluvia adormecida en las hora de ensueño y poesía. Unos ojos, un suspiro, unos labios con sollozos, bajo los arcos floridos, los cipreses el mirto y el laurel.

La Alhambra llora en secreto. Bañando su pena en lagos de sombras Alas alondras hacen sus nidos en las montañas cuando la densa bruma ciega los ojos de la noche.  Las nieves del invierno salpican ya las altas cumbres con el aire doliente del otoño. Tus fuentes dormirán hasta mi próxima visita. Porque….

Aunque ya nada sabe igual, huele a lo mismo ¡a Granada!   Ana Valentín

 

 

 

                                                        

 

  

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