MIL AÑOS DE SUEÑOS LABRADA
Cuando el sol
se miró en tus aguas, el murmullo de otra tarde languidecía. Junto a las
piedras de la muralla duerme una niña con un ramillete de flores en las manos.
Los chirridos de las cigarras, queriendo velar su sueño se silenciaron. Existe
un camino que serpentea en la distancia y su ilusión permanece escondida entre
sus brazos. Sobre la canción transparente que recorre las esquinas de la Alhambra , las pisadas que
hasta allí llegaron no se equivocan al volver.
El viejo
Sacromonte enciende con cautela sus blancos ojos y el humo de su nostalgia se
agita en el paisaje como un pájaro de fuego. Frescor de agua y cantos de luz se
adivinan tras las celosías, mientras la sombra del Sultán recoge las estrellas
que se han quedado perdidas por sus estancias.
¡Nada sabe
igual pero huele a lo mismo! Puedo estirar mi mano sin tocarte. Pudo tocarte
sin haber llegado a tu lado. He hablado con tus montañas y hasta he llorado con
ellas. Desde lo alto de tu sierra la nieve se derrite y resplandece ante tanta
belleza. La tenue brisa ha despertado a la niña que dormía en tu puerta.
Disfruta como un pajarillo sobre aquel abanico de encuentros con la memoria.
Ahora, los cuentos y las leyendas desean alojarse sobre esas nubes estiradas de
caramelo, saltando los infinitos obstáculos naturales pintaditos en verde. Se encuentra clavada en el túnel de las horas
y, le parece escuchar al Sacromonte, a los gitanos. Un sonido de campanas de cristal
se va mezclando con una aurora boreal tejida de claveles. Con esos destellos de
luz que fueron hechos de sueños y perfumes de tu vega. El color rojo va dejando
por tus sendas el dolor de la huida, cuando tu umbrío jardín empieza a
agonizar. En el fondo de tus noches ya se esconden las alondras, bajo el traje
de volantes de la niña. Vuelve el silencio a tus jardines, a tus estancias, a
tus fuentes, a tu sierra. La luna deja hondear su inmensa capa de armiño sobre la Alhambra , y la noche
salpica estelas de luz sobre el Patio de los Arrayanes. El sol ya no mira en
sus estanques. En el Albaicín aún quedan perdidos por sus calles algunos
luceros asomando sus rostros sobre algún sueño por terminar. La risa chiquita
de un gnomo sorprende a la niña en el alféizar de una ventana ¡Está buscando a
un corazón que se ha perdido en los jardines de la Alhambra! Las piedras están
llorando en esta noche calla. Sus patios quedan en sombra junto a la canción de
sus aguas. La brisa lleva en sus manos lluvia adormecida en las hora de ensueño
y poesía. Unos ojos, un suspiro, unos labios con sollozos, bajo los arcos
floridos, los cipreses el mirto y el laurel.
La Alhambra
llora en secreto. Bañando su pena en lagos de sombras Alas alondras hacen sus
nidos en las montañas cuando la densa bruma ciega los ojos de la noche. Las nieves del invierno salpican ya las altas
cumbres con el aire doliente del otoño. Tus fuentes dormirán hasta mi próxima
visita. Porque….
Aunque ya nada sabe igual, huele a lo mismo ¡a Granada! Ana Valentín
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