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lunes, 15 de julio de 2013

CUANDO LA LUNA SE APODERA DEL PAISAJE


                                       
                                      UN DUELO SOBRE EL MAR

La decadencia del verano hace amarillear a las sombras en un intento de perpetua luna de miel con los propios sentimientos del  sol, que se resiste a abandonarnos. Busco atrapar ese instante  de luz contenido entre dos cuerpos que se aman. Bajo el infinito azul de una tarde de septiembre, Ambos  se preparan para un duelo frente a un rojizo horizonte  de sentimientos encontrados. Una blanquecina luna, casi desinflada, pugna por hacer frente al anaranjado sol de los últimos días de un verano inolvidable. El sonido ronco de un mar en calma acuna los besos robados de los amantes que con su murmullo y la fresca brisa tratan de apurar horas de intensa felicidad compartida. Sobre sus cabezas enredadas con los sudorosos cabellos, las estrellas se entremezclan  en un pueril soneto de rimas y susurros, mientras alguna anduriña esquiva sobrevuela por encima de los arbustos de algún mirador cercano. Pero ya no se escucha el sonido del mar; solo se escucha el sonido del amor. En ese silencio, donde la unidad de los opuestos crea, minuto a minuto, esa tela de araña confeccionada de caricias, de miradas, de besos y de ilusiones. Frente a ese silencio donde los poros de la piel se abren al unísono de las caricias y, donde las manos serpentean por  las cabezas, en un indecible soneto de amor. En ese espacio prohibido donde los besos se funden como si desearan alcanzar, en el éxtasis, el brillo de todo ese sol de naranja que se desvanece en la tarde. Franqueada por su ejército de luz la luna trata de apoderarse del cielo, del mar, de la noche, creando toda esa intimidad  que envuelve y exhala.- Ana Valentín.
















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