UN DUELO SOBRE EL MAR
La decadencia del verano hace amarillear a las sombras en un intento de perpetua luna de miel con los propios sentimientos del sol, que se resiste a abandonarnos. Busco atrapar ese instante de luz contenido entre dos cuerpos que se aman. Bajo el infinito azul de una tarde de septiembre, Ambos se preparan para un duelo frente a un rojizo horizonte de sentimientos encontrados. Una blanquecina luna, casi desinflada, pugna por hacer frente al anaranjado sol de los últimos días de un verano inolvidable. El sonido ronco de un mar en calma acuna los besos robados de los amantes que con su murmullo y la fresca brisa tratan de apurar horas de intensa felicidad compartida. Sobre sus cabezas enredadas con los sudorosos cabellos, las estrellas se entremezclan en un pueril soneto de rimas y susurros, mientras alguna anduriña esquiva sobrevuela por encima de los arbustos de algún mirador cercano. Pero ya no se escucha el sonido del mar; solo se escucha el sonido del amor. En ese silencio, donde la unidad de los opuestos crea, minuto a minuto, esa tela de araña confeccionada de caricias, de miradas, de besos y de ilusiones. Frente a ese silencio donde los poros de la piel se abren al unísono de las caricias y, donde las manos serpentean por las cabezas, en un indecible soneto de amor. En ese espacio prohibido donde los besos se funden como si desearan alcanzar, en el éxtasis, el brillo de todo ese sol de naranja que se desvanece en la tarde. Franqueada por su ejército de luz la luna trata de apoderarse del cielo, del mar, de la noche, creando toda esa intimidad que envuelve y exhala.- Ana Valentín.
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