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miércoles, 19 de diciembre de 2012

UN CUENTO DE NAVIDAD

                           EL REGRESO


El valle plateado de la luna dormía placenteramente en aquella mañana del día 24 de Diciembre. La atenta mirada del padre TEIDE se asomaba por encima de las cumbres de la isla mirando al cielo. Todavía quedaban sobre las algunas estrellas perezosas que, con la salida de los primeros rayos del sol corrían para esconderse. La lluvia de aquel día de invierno caía delicadamente sobre los campos y los jardines, dejando tras de sí diminutas gotas que iban limpiando los pétalos de las flores y vistiéndolas para la gran fiesta. Casi un año había pasado ya desde que nos visitó la última vez, nos decía una hermosa RETAMA DEL TEIDE mientras se peinaba. Las demás flores salvajes que se encontraban a su alrededor, limpiaban sus hojas entonando alegres canciones de Navidad.

Y yo, desde aquí, mi lugar de siempre puedo contemplar el bello paisaje que se extiende ante mis ojos. Se respira un aire diferente. Los niños corren de un lado a otro cargando bonitas cajas de colores para adornar el árbol de Navidad del colegio. También veo a los mayores caminar muy deprisa portando en sus manos muchos paquetes. Se saludan con alegría y se desean los mejores sentimientos para el año que va a comenzar muy pronto. Las talladas manos de los ancianos están dando los últimos retoques a esos instrumentos que ésta noche mágica sonará para ti. Hoy, cada rincón de la casa y de las calles se ponen las mejores galas para recibirte.

¡Oh Navidad!, ya has llegado a nosotros con la misma fuerza e ilusión que

Todos los años. Ahí los tienes, frente a ti. Niños, ancianos y todas las gentes del lugar. Los campos y los bosques vienen a saludarte. Las flores del valle han encendido sus mejores colores para alumbrar tus caminos hacia nosotros. ¿Los escuchas?, ya han llegado. Desde las altas cumbres de la isla todos vienen a recibirte con la misma alegría. Ahora, cuando la suave brisa de diciembre se nota cada vez más fría y el sol se resiste a abandonarnos, con sus enormes ojos va curioseando todo lo que ve. Hay tanta gente en la calle que no piensa ni por un instante irse a la cama. Pero el cansancio de todo el día le va venciendo poco a poco y los angelitos del sueño pronto irán apareciendo para llevárselo a dormir.

La noche ha caído ya sobre las islas. Las luces se van encendiendo poco a poco y a lo lejos se escuchan villancicos sonar ¡ Es Nochebuena y las campanas se lanzan al vuelo sin parar!. Son las horas mágicas de la Navidad, en las que todos los corazones abren sus sentimientos de paz y alegría. Pero la alegría de ésta noche también nos hace pensar. En aquellos que están lejos y en aquellos que no están. Pero el rico olor de las calles animándonos está. Ya se escuchan las canciones. Las panderetas sonar. Las casas engalanadas, con sus muros de piedra y sus artesonados techos dejan pasar el aroma de la fiesta. Emborrachándonos con su fantasía y con todo el fervor de la alegría que hoy se refleja en el alma con un sentimiento de lo vivido. Tras recorrer calles y plazas ya todo se ha quedado envuelto en su luz. Vamos ascendiendo, la Navidad y yo. Queremos estar en lo más alto de la isla que todos puedan vernos, a la vez que se sientan enriquecidos por tu presencia. La noche es más bella que nunca y desde aquí miramos al cielo. La enorme capa azul cobalto que se extiende sobre nuestras cabezas está ya salpicada por los puntos de luz de las estrellas. La blanca nieve se rinde a nuestros pies en el VALLE DE UCANCA. Los pinos del monte se aproximan a nosotros y nos abrazan con sus enormes ramas extendidas. La enorme llanura plateada se muestra frente a nosotros y vuelvo mis ojos nuevamente al cielo. Me veo allí reflejada en sus estrellas, con un marco de luz que me envuelve como si las alas de una mariposa me tomaran entre sus brazos. Viajo sobre mares y montañas y observo desde lo alto el bosque encantado donde vive la bruja de la Casa de Chocolate, y ¡me río de ella! El padre TEIDE se ha puesto su capa de armiño para las grandes ocasiones. Con su potente y ronca voz me dice: ¡ Ya están aquí para cantarte!, 25 de Diciembre, ¡ Es Navidad!. Los músicos ya están tocando con sus panderetas y guitarras. Los Divinos van cantando bonitas canciones por las calles de las ciudades. ¡ Es Navidad en la isla!. Es un día de júbilo y de alegría. En las casas se escuchan risas de niños y se reciben felicitaciones. Las truchas se están friendo y el chocolate caliente nos espera en el hogar. ¡ Es día de Navidad!. Es una noche mágica en la tierra. ¡Siguen sonando las campanas! ¡Gritos y cohetes se escuchan a lo lejos! ¡Es Navidad!

Mientras todos contemplábamos éste bonito paisaje navideño alguien vio llorar a Navidad. Sus gruesas lágrimas eran a su vez de alegría y de tristeza. Navidad recordaba con pena a los niños, los ancianos que en ésta noche encantada iban a estar muy solos. Al contemplar su tristeza las guitarras dejaron de sonar y todo se fue quedando en silencio. Pero la figura de un niño distrajo nuestra atención en aquellos momentos. Se dirigía hacia el árbol de Navidad de su escuela. En sus manos llevaba una enorme estrella y colocó sobre el abeto. Los demás niños le siguieron cantando villancicos. Cada uno llevaba un símbolo de cada una de las islas que fueron depositando a los pies del árbol. En aquel instante la estrella se iluminó con un resplandor mágico y una cola de luz cubrió las islas en esa noche.

A la mañana siguiente encontraron a Navidad saltando feliz en las plazas y en los parques. En la espalda llevaba su mochila repleta de felicitaciones de los niños. Un curioso pino del Monte de las Mercedes le cogió una de ellas. Con su voz alegre y contagiosa leyó en la misma; Todos los niños del mundo te queremos y te esperaremos cada año con la misma ilusión. Fue una fiesta compartida por todos los hombres de buena voluntad del mundo. Se hicieron regalos. Comieron mucho turrón y muchas truchas de la abuela. Navidad comió tanto que al final tuvieron que subirla en un camello para que pudiera regresar a su país. Había engordado tanto que las botas de nieve no podía abrochárselas.

Y yo, desde aquí, mi lugar de siempre quiero dar gracias a Dios para que cada Navidad pueda sentir, con la misma ilusión y alegría, toda su magia. Que en cada uno de nosotros podamos encontrar ese nacimiento de amor. Porque la Navidad nos anuncia cada año que es bueno estar vivo y también el haber vivido, pues en Navidad todos hemos de ser uno, ya que lo que realmente calienta en nuestras vidas es nuestro propio corazón. Ana Valentin.

                   ¡ FELIZ NAVIDAD!

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