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domingo, 18 de marzo de 2012

COMPAÑEROS DE VIAJE

                                   Algunos de los gatos que han estado presentes en mi vida.

                              COMPAÑEROS DE VIAJE



                       "Educar es narrar historias que valga la pena ser vividas"



                                             Octubre de 1955



Antes de comenzar este viaje  a través de una vida, deberíamos descubrir  qué queremos decir por vida. No sólo el significado de la palabra sino el que  queremos darle y que es el más importante. La vida implica acción y pensamiento diarios, sentir cotidiano. Pero también implica lucha, ansiedad,  decepción y, sobre todo, respeto por todas las criaturas vivas. Cuando hablamos de nuestra vida buscamos un propósito, porque una vida sin propósito no tiene una finalidad. Saber observar a nuestro alrededor y ver que hay infinidad de motivaciones para hacer de nuestra existencia un lugar apacible en el tiempo, saboreando las chispas de ilusión que en cada esquina  están esperándonos si sabemos mirar.



Nuestro viaje comienza un 24 de octubre de 1955. Desde ese instante en que mis ojos ven la luz del mundo ya comienzo a sentir el amor por la naturaleza.  La Luz es un barrio de la Orotava en la isla de Tenerife. Allí comienza mi travesía por la vida,  dando valor a todas esas pequeñas cosas comunes que desde la más tierna infancia mi madre me inculcó. Especialmente fué mi amor por los felinos lo que demarcaría gran parte de mi evolución como persona, aunque también las aves atraían mi atención. De los mininos aprendí de su astucia, su peculiar independencia e incluso su inteligencia. 



Comenzaré hablando de Bonito. Recuerdo que mi madre le tenía como el preferido. Era blanco y amarillo y fué testigo de una parte de mi infancia. Quizás su nombre sea por lo "bonito" que era o tal vez porque la palabra bonito es de las primeras dentro del vocabulario infantil. Lo cierto es que era encantador y me acompañó mientras jugaba con aquellos coches que mi padre me construía de latas y madera que más tarde yo aprendí a hacer con mucha imaginación. Bonito era un juguete para mí y un día que se le ocurrió salió de casa y ya no volvió.



Mi vida continuaba en la sana inocencia que respiré dentro de mi casa. Un niño feliz que muy pronto encontró a otro compañero; Machotero. Tenía el lomo y la cara negros, pero su pecho era blanco. Parecía una replica del famoso gato de dibujos animados "Félix el gato" que tantas veces veía en la televisión de la casa donde iba a buscar la leche cada tarde. Me pasaba  las horas frente a aquella radio gigante que emitía imágenes fantásticas y que me atrapaba entre sus dibujos y las películas del oeste. Perdía la noción del tiempo y cuando anochecía bajaba como un rayo a través de las fincas y con el miedo pegado a los talones. Machotero era astuto muy independiente y desconfiado. Gandul por excelencia, hasta el punto de renegar de su raza dado que apenas le importaban los ratones. Gustaba de remover calderos y comerse el pescado ajeno. Además no había pájaro ni jaula que se le resistieran.



Po-Porra, gato negro y blanco. Conocido también como Po-Chan. Fifi-Citi, Gata bonachona y tranquila. Entrada en carnes y con un pelaje gris precioso, típico de los gatos de angora. Por aquel entonces había leído la novela del escritor Losang Rampa, "Fifí bigotes grises. Mi vida con el  Dalai Lama". Chevy o Wuijibi, otro compañero de viaje. Blanco y con los ojos rojos paso por nuestra vida dejando un grato recuerdo. Otros muchos se me irán quedando entre las líneas de este cuaderno, pero su lugar en nuestro recuerdo siempre será de ellos.



Mis aficiones literarias estaban ya aflorando y mi sensibilidad se afinaba como las notas de un piano que creaba a diario nuevos proyectos, sueños y la vocación en un trabajo enriquecedor que sería mi gran maestro, el periodismo. Cuando en mi vida se estaba produciendo cambios importantes que demarcaban ya mi forma de ser, mi querido gato Chan se moría. Con su color gris atigrado y sus enormes ojos esmeraldas cerraron para mí una relación que me inspiró uno de los poemas de mi primer libro "Preludios". Le había puesto el apodo de Watskan.



Porrenta o Whilherbe Llegó a casa como u torrente de aire fresco. Su pelaje blanco y gris de la raza europea. Nos encontrábamos por el año 1974 y nos regaló tres nuevos gatos. De los tres Pochentán, de color blanco y negro, fué el mejor. BENCOMO, llamado así como el rey guanche tenía un color negro con pintas amarillas y fue uno de los gatos últimos de nuestra temporada en el barrio de La luz. Lugar que me había visto nacer y crecer. Descubrir, aprender y hacer algunos amigos que en el día de hoy aún siguen siéndolo.




                                              Febrero de 1982



Nos trasladamos a vivir a la Orotava. Nuestra casa estaba en la Perdoma y volvería a ser el hospedaje de varios gatos. Entre ellos estuvieron.


Chevy, conocido también como Güigiby, Wigiby y era de color blanco.



Chandra o Kurkubi, Kubi, Guby. Fue el primer siamés que recaló en la casa de la Perdoma. Lo trajo mi hermana Carmen desde La Laguna. Era un gato de pura raza y la admiración de todos. Pero el día que falleció mi padre, el 13 de noviembre de 1985, se fue y ya no regresó.



Cojeta,  cojeaba de una pata y por eso el nombre me vino ya dado. Pero como en todo hogar que se precie y donde los gatos son los reyes de la casa no podía faltar un gato con los ojos verdes. Con su pelo satinado en gris y su mirada penetrante tuvimos la suerte de contar entre nuestros invitados con Guishinshin.

                                   

                                  Lomo Nieves, Puerto de la Cruz 1987





Al concluir nuestros días en la Perdoma, el día cuatro de abril de 1987 nos trasladamos a vivir al Puerto de la Cruz, concretamente a Lomo Nieves. Nuevamente nuestra casa colgaba el cartel de “no hay plazas”, pero algunos entraban en ella sin hacer reservas.



Maku,  alias Gubi o Maku-Buku. Gran siamés enrazado. Pelaje ocre y ojos azules. Tenía un gran tamaño y era bonachón. Había sido rescatado en la Avenida Tres de Mayo de Santa Cruz de Tenerife. Se encontraba junto al motor de un coche para calentarse. Recuerdo que fue una tarde de domingo en la que yo regresaba a mi puesto de trabajo en el periódico Jornada, finales del año 1989-1990



Por entonces también llegó a nosotros TAKESITA. Una gata cariñosa y acaparadora que conquistó nuestro cariño desde el primer momento. Era de color gris. Creó una complicidad enorme conmigo y cuando se murió la nostalgia me hizo escribir esto sobre ella.



                  

                                              “ADIÓS A TAKESITA”



En la víspera del sábado me asomé al abismo y comprendí mi infinita debilidad. Me reconocí indefenso, inerme ante el ramalazo certero de la noche que me invitó a probar el cáliz del destino y sopesar la frugalidad del aliento. La muerte es más fría que el témpano de hielo, más cortante que el filo de la navaja que tenemos todos en la arteria yugular. Sin que nos demos cuenta, aunque nos empeñemos en seguir adelante en una carrera contrarreloj. La vida adquiere más vapor cuando se evapora, como el agua o como TAKESITA, que en la tarde del viernes se cansó de reclamar su dádiva de pescado o carne o simplemente un poco de atención para su arrogancia felina. En un abrir y cerrar de ojos se esfumó su hálito inquieto y travieso que siempre asomaba a sus pupilas escrutadoras en el borde  de la ventana o el umbral de la puerta. El pelaje suave y gris se tornó en áspero y yerto como un árbol brutalmente talado por una mano asesina. TAKESITA ya no podrá seguir de cerca el compás de las teclas de mi máquina de escribir ni soportar mis reprimendas por hurgar en mis papeles o por regañar con Guby. Quizás el ajetreo de la campaña electoral resulte menos tedioso, si cabe, que en otras ocasiones.



                                  (La Ranilla, El Día, 12 de mayo 1991)





Lolin, alias Li-Lín  era un gato blanco y amarillo y fue un afortunado porque se vino con nosotros desde la Perdona porque se habían regalado a mi madre.



Priscila, gata siamesa que nos regaló a Fonil



Sable, Era una gata de costumbres refinadas que las había adquirido en su antigua casa. Con sus collares y su expresión de “señora” nos hacía pasar a todos por el aro. Llegó en coche y dentro de su agresividad quedó demostrada el día que atacó al veterinario cuando iba a ponerle una inyección. No había conocido gato. Tenía el apodo de Chakora y Golosa.  Pero su carácter  se modeló cuando parió y crió a sus seis vástagos que heredaron lo mejor de ella y algo de su temperamento. Golán y Yupi fueron dos de sus hijos pero Lín –Chapo fue el más dócil y apacible.



Lín Cchapo era encantador y muy novelero. Cuando yo viajaba salía de casa y se dedicaba a hacer la ruta gastronómica por los fogones de los hoteles. El hotel Mágec Park o el Magnolia eran sus preferidos, ya que se encontraban junto a nuestra casa. También se le conocía como Chapani, Kachapo, Peté, Monga, Chapani. Como era un gato tan aficionado a relacionarse con el mundo escribí para él.



             

                                   “LIN CHAPO NO TIENE UN E-MAIL”





LIN CHAPO no tiene un e-mail que le amargue la existencia por su curiosidad desbordante, pero sí goza del fervor de sus amantes que le escriben cartas de amor cibernéticas. Prefiere chatear en el jardín con las alpispas que se escapan, sin la preocupación por el Outlook-Express o por el correo que llega desde Filipinas.



                             (La Ranilla, El Día 7 de mayo del 2000)







Bolichín, gato albino de color blanco y pelo sedoso. Un día mi amigo Santiago Díaz me lo trajo a la oficina del Puerto de la Cruz y de ahí paso a ser un miembro más de la familia en mi casa de Lomo Nieves número seis.



Tajarra, siamés era hijo de Becerrón el gato de mi hermana Carmen y nacido en Durango, Vizcaya. Recaló en Tenerife en el verano del 93 en casa. Fue muy triste perderlo en noviembre de ese mismo año víctima de un virus.



Atenágoras, o Bolichán. Gato persa. Parecía un ovillo de lana. De carácter tranquilo y apacible.





                          

                                         La Vera, La Orotava, 1998






Lín-Po, conocido también por Lín-Po-Chan, era negro y con grandes bigotes blancos. Mu amigo de la calle y cuando llegaba aporreaba con todas sus fuerzas puerta y ventanas. Daba lo mismo si era de día o de noche.



Hadasha, la Princesa de la casa. Bochática, Chatica, Bolichítica, Bohídica Botánica, Washika, Chovinca, Polirica. Es natural de Icod de los Vinos, la tierra del Drago. Llegó con pocos meses de vida y fue un regalo que me hicieron en directo durante un programa de la televisión en el que yo participaba. Se realizó en los Jardines Sitio Litre y allí me entregaron aquella cosita que salió adelante por los cuidados de mi madre. Hacia muy poco que había perdido a Lín-Po y los amigos de la televisión prepararon esa sorpresa para mí. Fue un momento emotivo e imborrable. Ahora es la reina de la casa con todos los privilegios. Limpia y juguetona pasa sus días compartiendo el cariño de todos nosotros y el patio de la casa con sus compañeros Gesher, un mirlo con el ala rota que habita en su jaula y el joven Naranjito, un periquito amarillo-naranja que canta como nadie. Pero Princesa controla la vida de su alrededor y sobre todo la ventana de la calle. A través de ella y por un lado del visillo no se le escapa una.



También la Bochática tuvo sus amoríos. Pero ella es de las de la vieja escuela y piensa que el amor es ciego. Se enamoró de un gato callejero y poco agraciado al que llamamos familiarmente Gregorio y que le hizo tres camadas. Las crías eran preciosas, seguro que salieron todos a su madre porque si no ¡que horror! De entre todas ellas destacaría a Lilín, gato de gran tamaño y muy parecido a ella con una mancha en la nariz. La gregorinas que parecían gemelas y que eran tremendamente inquietas. Lo peor de todo era el momento de deshacernos de ellos. ¿Cuál nos quedamos? Era la pregunta más dolorosa pero que por circunstancias, espacio y tiempo para tenderlos teníamos que hacernos cada vez. Al progenitor Gregorio ya no le vimos más. Apareció un par de veces todo magullado pero nuestra Princesa ya no quería amoríos. Fué entonces cuando Enrique, mi gran amigo desde la juventud, los acogió en su casa.



Comencé este relato con una frase “Educar es narrar historias que valga la pena ser vividas” y es cierto. Esta historia sencilla es una experiencia y un aprendizaje que he vivido desde mi nacimiento porque está formada por las cosas sencillas que nos dan la oportunidad de crecer como personas valorando todo lo que la naturaleza nos ofrece. Cualquiera de los que estén leyendo esa historia podría haber sido protagonista de otra similar o tal vez de la siguiente. Aprendí que las relaciones son lo más importante. Podemos estar solos por nuestra propia voluntad pero eso no quita hagamos partícipes de “nuestro viaje” a quienes de verdad desean estar a nuestro lado.



Lo más importante de todo nuestra familia ya que es el punto de partida de lo que somos y casi seguramente hacia donde vamos. La naturaleza nos regala a otros seres que quizás llegan a ser los verdaderos bastiones en ese camino, convirtiéndose en nuestros “COMPAÑEROS DE VIAJE”





                                   “ELEGÍA DEL GATO GRIS”



               Quise robarle al tiempo ese latido

               último de las lunas de mi gato,

               la sutileza gris del desacato.

           

            Del hado retener quise atrevido,

              un topacio vivaz, su brillo lato,

              mi ternura encarnada en ese,

              triste en silencio a solas compartido.



              En sus ojos se queda consumida,

              en lo profundo, sola, la Muerte,

              a destiempo después de su llegada,

              se anegó en despojos la suerte.

              Vencida la agonía desgarrada

              sobre el sendero que su lodo vierte.



                                           (Poemario, Preludios)

 



Memorias de Rafael B. Abraham Barreto

Texto: Ana Valentín Mezquita





                                        






















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