COMPAÑEROS DE VIAJE
"Educar es narrar
historias que valga la pena ser vividas"
Octubre de 1955
Antes de comenzar
este viaje a través de una vida,
deberíamos descubrir qué queremos decir
por vida. No sólo el significado de la palabra sino el que queremos darle y que es el más importante. La
vida implica acción y pensamiento diarios, sentir cotidiano. Pero también
implica lucha, ansiedad, decepción y,
sobre todo, respeto por todas las criaturas vivas. Cuando hablamos de nuestra
vida buscamos un propósito, porque una vida sin propósito no tiene una
finalidad. Saber observar a nuestro alrededor y ver que hay infinidad de
motivaciones para hacer de nuestra existencia un lugar apacible en el tiempo,
saboreando las chispas de ilusión que en cada esquina están esperándonos si sabemos mirar.
Nuestro viaje
comienza un 24 de octubre de 1955. Desde ese instante en que mis ojos ven la
luz del mundo ya comienzo a sentir el amor por la naturaleza. La Luz es un barrio de la Orotava en la isla
de Tenerife. Allí comienza mi travesía por la vida, dando valor a todas esas pequeñas cosas
comunes que desde la más tierna infancia mi madre me inculcó. Especialmente fué
mi amor por los felinos lo que demarcaría gran parte de mi evolución como
persona, aunque también las aves atraían mi atención. De los mininos aprendí de
su astucia, su peculiar independencia e incluso su inteligencia.
Comenzaré hablando de
Bonito. Recuerdo que mi madre le tenía como el preferido. Era blanco y amarillo
y fué testigo de una parte de mi infancia. Quizás su nombre sea por lo
"bonito" que era o tal vez porque la palabra bonito es de las
primeras dentro del vocabulario infantil. Lo cierto es que era encantador y me
acompañó mientras jugaba con aquellos coches que mi padre me construía de latas
y madera que más tarde yo aprendí a hacer con mucha imaginación. Bonito era un
juguete para mí y un día que se le ocurrió salió de casa y ya no volvió.
Mi vida continuaba en
la sana inocencia que respiré dentro de mi casa. Un niño feliz que muy pronto
encontró a otro compañero; Machotero. Tenía el lomo y la cara negros, pero su
pecho era blanco. Parecía una replica del famoso gato de dibujos animados
"Félix el gato" que tantas veces veía en la televisión de la casa
donde iba a buscar la leche cada tarde. Me pasaba las horas frente a aquella radio gigante que
emitía imágenes fantásticas y que me atrapaba entre sus dibujos y las películas
del oeste. Perdía la noción del tiempo y cuando anochecía bajaba como un rayo a
través de las fincas y con el miedo pegado a los talones. Machotero era astuto
muy independiente y desconfiado. Gandul por excelencia, hasta el punto de
renegar de su raza dado que apenas le importaban los ratones. Gustaba de
remover calderos y comerse el pescado ajeno. Además no había pájaro ni jaula
que se le resistieran.
Po-Porra, gato negro
y blanco. Conocido también como Po-Chan. Fifi-Citi, Gata bonachona y tranquila.
Entrada en carnes y con un pelaje gris precioso, típico de los gatos de angora.
Por aquel entonces había leído la novela del escritor Losang Rampa, "Fifí
bigotes grises. Mi vida con el Dalai
Lama". Chevy o Wuijibi, otro compañero de viaje. Blanco y con los ojos
rojos paso por nuestra vida dejando un grato recuerdo. Otros muchos se me irán
quedando entre las líneas de este cuaderno, pero su lugar en nuestro recuerdo
siempre será de ellos.
Mis aficiones
literarias estaban ya aflorando y mi sensibilidad se afinaba como las notas de
un piano que creaba a diario nuevos proyectos, sueños y la vocación en un
trabajo enriquecedor que sería mi gran maestro, el periodismo. Cuando en mi
vida se estaba produciendo cambios importantes que demarcaban ya mi forma de
ser, mi querido gato Chan se moría. Con su color gris atigrado y sus enormes
ojos esmeraldas cerraron para mí una relación que me inspiró uno de los poemas
de mi primer libro "Preludios". Le había puesto el apodo de Watskan.
Porrenta o Whilherbe
Llegó a casa como u torrente de aire fresco. Su pelaje blanco y gris de la raza
europea. Nos encontrábamos por el año 1974 y nos regaló tres nuevos gatos. De
los tres Pochentán, de color blanco y negro, fué el mejor. BENCOMO, llamado así
como el rey guanche tenía un color negro con pintas amarillas y fue uno de los
gatos últimos de nuestra temporada en el barrio de La luz. Lugar que me había
visto nacer y crecer. Descubrir, aprender y hacer algunos amigos que en el día
de hoy aún siguen siéndolo.
Nos trasladamos a
vivir a la Orotava. Nuestra casa estaba en la Perdoma y volvería a ser el
hospedaje de varios gatos. Entre ellos estuvieron.
Chandra o Kurkubi,
Kubi, Guby. Fue el primer siamés que recaló en la casa de la Perdoma. Lo trajo
mi hermana Carmen desde La Laguna. Era un gato de pura raza y la admiración de
todos. Pero el día que falleció mi padre, el 13 de noviembre de 1985, se fue y
ya no regresó.
Cojeta, cojeaba de una pata y por eso el nombre me
vino ya dado. Pero como en todo hogar que se precie y donde los gatos son los
reyes de la casa no podía faltar un gato con los ojos verdes. Con su pelo
satinado en gris y su mirada penetrante tuvimos la suerte de contar entre
nuestros invitados con Guishinshin.
Lomo Nieves, Puerto de la Cruz
1987
Al concluir nuestros
días en la Perdoma, el día cuatro de abril de 1987 nos trasladamos a vivir al
Puerto de la Cruz, concretamente a Lomo Nieves. Nuevamente nuestra casa colgaba
el cartel de “no hay plazas”, pero algunos entraban en ella sin hacer reservas.
Maku, alias Gubi o Maku-Buku. Gran siamés enrazado.
Pelaje ocre y ojos azules. Tenía un gran tamaño y era bonachón. Había sido
rescatado en la Avenida Tres de Mayo de Santa Cruz de Tenerife. Se encontraba
junto al motor de un coche para calentarse. Recuerdo que fue una tarde de
domingo en la que yo regresaba a mi puesto de trabajo en el periódico Jornada,
finales del año 1989-1990
Por entonces también
llegó a nosotros TAKESITA. Una gata cariñosa y acaparadora que conquistó
nuestro cariño desde el primer momento. Era de color gris. Creó una complicidad
enorme conmigo y cuando se murió la nostalgia me hizo escribir esto sobre ella.
“ADIÓS A TAKESITA”
En la víspera del sábado me asomé al abismo y comprendí
mi infinita debilidad. Me reconocí indefenso, inerme ante el ramalazo certero
de la noche que me invitó a probar el cáliz del destino y sopesar la frugalidad
del aliento. La muerte es más fría que el témpano de hielo, más cortante que el
filo de la navaja que tenemos todos en la arteria yugular. Sin que nos demos
cuenta, aunque nos empeñemos en seguir adelante en una carrera contrarreloj. La
vida adquiere más vapor cuando se evapora, como el agua o como TAKESITA, que en
la tarde del viernes se cansó de reclamar su dádiva de pescado o carne o
simplemente un poco de atención para su arrogancia felina. En un abrir y cerrar
de ojos se esfumó su hálito inquieto y travieso que siempre asomaba a sus
pupilas escrutadoras en el borde de la
ventana o el umbral de la puerta. El pelaje suave y gris se tornó en áspero y
yerto como un árbol brutalmente talado por una mano asesina. TAKESITA ya no
podrá seguir de cerca el compás de las teclas de mi máquina de escribir ni
soportar mis reprimendas por hurgar en mis papeles o por regañar con Guby.
Quizás el ajetreo de la campaña electoral resulte menos tedioso, si cabe, que
en otras ocasiones.
(La Ranilla,
El Día, 12 de mayo 1991)
Lolin, alias Li-Lín era un gato blanco y amarillo y fue un
afortunado porque se vino con nosotros desde la Perdona porque se habían
regalado a mi madre.
Priscila, gata
siamesa que nos regaló a Fonil
Sable, Era una gata
de costumbres refinadas que las había adquirido en su antigua casa. Con sus
collares y su expresión de “señora” nos hacía pasar a todos por el aro. Llegó
en coche y dentro de su agresividad quedó demostrada el día que atacó al
veterinario cuando iba a ponerle una inyección. No había conocido gato. Tenía
el apodo de Chakora y Golosa. Pero su
carácter se modeló cuando parió y crió a
sus seis vástagos que heredaron lo mejor de ella y algo de su temperamento.
Golán y Yupi fueron dos de sus hijos pero Lín –Chapo fue el más dócil y
apacible.
Lín Cchapo era encantador
y muy novelero. Cuando yo viajaba salía de casa y se dedicaba a hacer la ruta
gastronómica por los fogones de los hoteles. El hotel Mágec Park o el Magnolia
eran sus preferidos, ya que se encontraban junto a nuestra casa. También se le
conocía como Chapani, Kachapo, Peté, Monga, Chapani. Como era un gato tan
aficionado a relacionarse con el mundo escribí para él.
“LIN
CHAPO NO TIENE UN E-MAIL”
LIN CHAPO no tiene un e-mail que le amargue la existencia
por su curiosidad desbordante, pero sí goza del fervor de sus amantes que le
escriben cartas de amor cibernéticas. Prefiere chatear en el jardín con las
alpispas que se escapan, sin la preocupación por el Outlook-Express o por el
correo que llega desde Filipinas.
(La Ranilla, El
Día 7 de mayo del 2000)
Bolichín, gato albino
de color blanco y pelo sedoso. Un día mi amigo Santiago Díaz me lo trajo a la
oficina del Puerto de la Cruz y de ahí paso a ser un miembro más de la familia
en mi casa de Lomo Nieves número seis.
Tajarra, siamés era
hijo de Becerrón el gato de mi hermana Carmen y nacido en Durango, Vizcaya.
Recaló en Tenerife en el verano del 93 en casa. Fue muy triste perderlo en
noviembre de ese mismo año víctima de un virus.
Atenágoras, o
Bolichán. Gato persa. Parecía un ovillo de lana. De carácter tranquilo y
apacible.
La Vera, La Orotava, 1998
Hadasha, la Princesa
de la casa. Bochática, Chatica, Bolichítica, Bohídica Botánica, Washika,
Chovinca, Polirica. Es natural de Icod de los Vinos, la tierra del Drago. Llegó
con pocos meses de vida y fue un regalo que me hicieron en directo durante un
programa de la televisión en el que yo participaba. Se realizó en los Jardines
Sitio Litre y allí me entregaron aquella cosita que salió adelante por los
cuidados de mi madre. Hacia muy poco que había perdido a Lín-Po y los amigos de
la televisión prepararon esa sorpresa para mí. Fue un momento emotivo e
imborrable. Ahora es la reina de la casa con todos los privilegios. Limpia y
juguetona pasa sus días compartiendo el cariño de todos nosotros y el patio de
la casa con sus compañeros Gesher, un mirlo con el ala rota que habita en su
jaula y el joven Naranjito, un periquito amarillo-naranja que canta como nadie.
Pero Princesa controla la vida de su alrededor y sobre todo la ventana de la
calle. A través de ella y por un lado del visillo no se le escapa una.
También la Bochática
tuvo sus amoríos. Pero ella es de las de la vieja escuela y piensa que el amor
es ciego. Se enamoró de un gato callejero y poco agraciado al que llamamos
familiarmente Gregorio y que le hizo tres camadas. Las crías eran preciosas,
seguro que salieron todos a su madre porque si no ¡que horror! De entre todas
ellas destacaría a Lilín, gato de gran tamaño y muy parecido a ella con una
mancha en la nariz. La gregorinas que parecían gemelas y que eran tremendamente
inquietas. Lo peor de todo era el momento de deshacernos de ellos. ¿Cuál nos
quedamos? Era la pregunta más dolorosa pero que por circunstancias, espacio y
tiempo para tenderlos teníamos que hacernos cada vez. Al progenitor Gregorio ya
no le vimos más. Apareció un par de veces todo magullado pero nuestra Princesa
ya no quería amoríos. Fué entonces cuando Enrique, mi gran amigo desde la
juventud, los acogió en su casa.
Comencé este relato
con una frase “Educar es narrar historias
que valga la pena ser vividas” y es cierto. Esta historia sencilla es una
experiencia y un aprendizaje que he vivido desde mi nacimiento porque está
formada por las cosas sencillas que nos dan la oportunidad de crecer como
personas valorando todo lo que la naturaleza nos ofrece. Cualquiera de los que
estén leyendo esa historia podría haber sido protagonista de otra similar o tal
vez de la siguiente. Aprendí que las relaciones son lo más importante. Podemos
estar solos por nuestra propia voluntad pero eso no quita hagamos partícipes de
“nuestro viaje” a quienes de verdad desean estar a nuestro lado.
Lo más importante de
todo nuestra familia ya que es el punto de partida de lo que somos y casi
seguramente hacia donde vamos. La naturaleza nos regala a otros seres que quizás
llegan a ser los verdaderos bastiones en ese camino, convirtiéndose en nuestros
“COMPAÑEROS DE VIAJE”
“ELEGÍA
DEL GATO GRIS”
Quise robarle al tiempo ese latido
último de las lunas de mi gato,
la sutileza gris del desacato.
Del
hado retener quise atrevido,
un topacio vivaz, su brillo lato,
mi ternura encarnada en ese,
triste en silencio a solas compartido.
En sus ojos se queda consumida,
en lo profundo, sola, la Muerte,
a destiempo después de su llegada,
se anegó en despojos la suerte.
Vencida la agonía desgarrada
sobre el sendero que su lodo vierte.
(Poemario,
Preludios)
Memorias de Rafael B. Abraham Barreto
Texto: Ana Valentín Mezquita
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