CANARIAS EN EL SIGLO
XXI inicia hoy la publicación del reportaje de su editora Ana Valentín titulado
Namasté: Bienvenidas a la India, una crónica del viaje efectuado en enero a
dicho país asiático, en varios capítulos. Este trabajo ya ha sido también publicado
en el suplemento LA PRENSA del periódico EL DÍA de Santa Cruz de Tenerife, que incluye fotos de la autora y de su compañera de viaje Josefina Fernández.
Al llegar desde
Ámsterdam, Delhi fue la primera toma de contacto con la realidad de este gran
país. Habían sido muchos años acariciando ese sueño de pisar la tierra de la India y
ahora me encontraba ahí en plena noche, inmersa en todo un caos de personas,
contaminación, niños, vendedores callejeros, taxis, rickshaw, etc. Era el peaje
para acceder a un patrimonio inconmensurable. Delhi nos recibió bajo la niebla,
a las veintidós horas local de la India. Por los inmensos pasillos del
Aeropuerto Internacional Indira Gandhi llegamos hasta el coche. Calles bulliciosas donde los Tuc- Tuc se cruzan en
nuestro camino. Es una ciudad que apenas duerme. Una ciudad repleta de vida,
pobreza, lujo y mucha alegría.
Entre aromas de
flores e incienso de muchos siglos. Viejos muros que aún nos relatan tantas
historias de princesas, casi estremeciéndose con el sonido de muchas miles de
personas sobre el suelo por un millar de años. La música de su sonido sólo
podemos escucharla en sus calles, en sus mezquitas y en sus palacios. Es
increíble, y lo sagrado de sus templos va mucho más allá de mis pasos, de mis
palabras. Porque ya no son precisamente mis palabras las que ahora despiertan
esa inmensidad, sino al profundo del corazón de una tierra que tiene miles de
años contenidos entre sus murallas; el verdadero sentir de la India.
Delhi. Bajo el sol rojo
de sus atardeceres y la niebla de sus mañanas es un monopolio de color, sabor,
luz y vida; mucha vida. Entre el verdor de sus parques y el calor de sus calles
repletas de gentes. Nadie es testigo de nadie pero todos están unidos por un
mismo eslabón, la supervivencia. Mezcla de castas donde el respeto y la
devoción anidan entre sus gente. Hay lugar para todos porque todo es de todos.
Un tapiz multicolor en el que cualquier puntada es importante y tiene su razón
de ser. Punto de encuentros en el que todos somos bienvenidos y al que nos
sentimos vinculados , no desde que comenzamos a tener noción de este
maravilloso país, sino desde el mismo
momento en el que su aroma penetra por
nuestra piel. Sobre las manos extendidas de los niños que, con sus blancos
dientes y sus sonrisas imperecederas, nos muestran el mapa que configura sus
vidas, y es que a pesar de no tener nada son felices.
Con sus 1.483
kilómetros cuadrados y una población de casi 1.400 millones de personas Delhi es
la capital federal de la Unión India y la tercera en orden de importancia. A
orillas del río Yamuna, da nombre a un minúsculo estado situado en la llanura
noroeste del país, y nudo de comunicaciones entre el suroeste, el norte y el
sureste. Delhi es la sede de la administración del país, habiendo sido
conquistada muchas veces por sus sucesivos dominadores (británicos) que dejaron
su huella construyendo Nueva Delhi.
Confluyen en ella edificios oficiales, bulevares, zonas residenciales ocupadas
por embajadas, bazares, laberintos de calles, templos y mezquitas.
Connanght Place es el
corazón de la ciudad donde se halla el distrito administrativo y en el que el
26 de enero se realiza un desfile conmemorativo con motivo del Día de la Independencia.
Al noroeste la vieja Delhi o Shajanabad, ciudad del emperador moghul que la
construyó en el siglo XVll. La calle de la Planta o Chandi Chowk, y el Jami
Masijid, en el barrio musulmán, es la mayor mezquita de la India. Al Este, el
Fuerte Rojo y el Raj Ghat parque con el monumento conmemorativo a Gandhi. Junto
a él grandes zonas ajardinadas de los innumerables parques que salpican la
ciudad y que le llaman el Bosque de la Paz donde también se llevó a cabo la
incineración de Neru.
Los parques de Delhi
son auténticos oasis de tranquilidad. Como si al entrar en ellos todo el mundo
de bullicio y confusión quedara a las puertas. Con flora y fauna
muy variada y donde el visitante puede descansar, charlar o simplemente
alejarse por unos momentos de la realidad terrenal. Únicamente el canto de los
cormoranes nos recuerda que estamos
viviendo un apartado minúsculo de nuestro viaje.
Saliendo por
carretera, y con seis horas o más, de coche cruzamos pequeños poblados y aldeas;
contemplamos gentes, peajes, camiones y todo tipo de interesantes secuencias de
la vida de un país distinto a la vez que maravilloso. Llegamos, por fin, a la región
del Rajastán. Es el territorio más extenso del noroeste de la India. La parte
colindante con Pakistán es el desierto
del Thar (históricamente zona de tráfico de caravanas) Rodeada por las antiguas
montañas Aravalli y a una altura de 2.000 metros, estos extensos montes separan
las áridas zonas del oeste de las fértiles del Este. La carretera surca
inmensos campos de mostaza donde las mujeres, con sus coloridos saharis,
realizan las tareas agrícolas. Alguna escuela abre sus puertas y numerosos
niños salen felices hacia sus casas con las mochilas a la espalada y el rostro
lleno de ilusión. Escenas que se cruzan a nuestro paso envolviéndonos cada vez
más en esa magia atrayente que subyace en cada esquina, en cada piedra, en cada
olor. Almorzamos en un bello castillo en la localidad de Samode, después
seguimos nuestro viaje. ANA VALENTÍN.
Fotos: Ana Valentín.
(Continuará).
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