trascendente en sensaciones,
registras desde tu mirada
años, vidas y estaciones.
Tus manos plenas abarcan
estrellas y algas de mar,
tus entrañas reconocen
al ser que habrás de albergar,
cual ábaco en mármol y oro
que al mundo elevarás.
Tras la sombra de tus ojos,
márgenes de tu identidad,
la piel que envuelve tus manos
bordas la vida sin par.
Mujer de labios ardientes
de esencia, amor y quidad,
mujer no ocultes tu rostro
para que pueda brillar,
la calidez de tu alma
y el sabor de tu verdad.
Ayer sentistes la sombra
que no pudo soterrar
tu delicada ternura,
como baluarte de fuerza,
que escuda tu palpitar,
bajo el ábaco que emerge
desde las aguas del mar,
donde el mundo a tí se aferra
en poderosa lealtad.
Mujer eres hija, también madre,
eres cincel de humildad,
aunque la tierra te cubra
siempre tu esencia estará,
sosteniendo bajo el cielo
el ábaco de tu inmensidad. Ana Valentín.
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