París, siempre París. Una ciudad donde el aburrimiento no hace escala y donde los sonidos se cristalizar sobre las aguas de su emblemático Sena. Entre sus callejuelas se huele el arte, la ciencia, la religiosidad y el glamour. Pero París es una ciudad malévola, ya que una vez la pisas no puedes dejar de sentirla. Te sientes como un alguien que ha estado allí toda la vida. Un paseo en el que las horas no caminan horizontalmente con el tiempo, sino con el corazón, las sensaciones y todo aquello que, desde algún viejo café escuchamos al pasar frente a los bulevares y teatros. Buhardillas escondidas bajo el cielo de París que siempre encerrarán tras sus ventanas algún mágico encuentro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario