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martes, 10 de marzo de 2009

PALABRA CIEGA

Diré que mi palabra no está ciega,
la utilicé para encender el rayo,
para blanquear la nieve de la noche,
y poner la sonrisa en cada trueno.

La recubrí de lanza y lanzadera.
De espada la vestí cuando la niebla
golpeaba con el puño de la bala
a la paloma, olivo de la música.
Y bordé con sus hilos los acentos
de los labios sedientos de hermosura.
E hilvané con el grito del silencio,
la paz del lobo, el aullar del llanto:
Supe reir cuando reía el monte
y llorar de rodillas la derrota.
¿La derrota? ¿De qué derrota hablamos?
La palabra jamás hincó su cuerpo,
que la palabra es propia de los dioses.
Cuando los dioses habitan de los templos
de la palabra, salmo de los hombres. (José González Torices)

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