Playas de roca viva y arenas negras que lucen festoneadas por el encaje del mar. Aún incomprensibles para muchos visitantes que se sorprenden al ver los cuerpos tendidos sobre ellas. Pero el mar, ese sinuoso amante de los variopinto no se asusta y remolonea haciendo el amor a esas costas que, por su negra presencia le hacen ser más blanco todavia. Y es que allá donde el maralcanza su máxima profundidad se manifiesta más en calma.
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