Siempre resulta el plan perfecto subir por la tarde a Las Cañadas. Nos encontramos con un espeso manto de nubes que nos hacía presagiar que arriba iba a estar bueno. Como siempre así fue. Llegando al Portillo el cielo se abrió para nosotros mostrándonos ese azul que no está incluido en la paleta del pintos y que solo se encuentra en paisajes perfectos. Con el otoño casi pisando nuestros talones pudimos pasear por las extensas dunas de lava ajo la mirada constante del Teide. Envueltos en ese silencio que nos da la opción de escuchar las más variopintas melodías de su paisaje.
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