Lejos de todo contratiempo ahí está sumido en su casi eterno silencio que no duerme ni descansa. Todo lo controla mientras le observamos a él. Cae la tarde en las Cañadas de Teide y con ella se irán los cantos del pájaro, el olor a la retama o tal vez muchas de esas huella grabadas por sus senderos y que el viento desplaza con sus manos. Subir hasta su base es como beber un jarro de agua fresca y cargarse de su energia. Otros dias vendrán y se nos mostrarán bien distintos, aunque el paisaje sea el mismo en apariencia. Porque la verdad está solamente en la mirada con la que lleguemos hasta él.
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