Querer tapar el sol con un dedo no es posible ya que su magnificencia es tan grande y poderosa que se escaparía de nuestras manos. Bajo sus rayos nos sentimos seguros y a la vez recibimos todos los parabienes que el astro nos aporta. Mas cuando nuestra imaginación vuela por encima de las olas podemos incluso agarrarnos a uno de sus rayos y contemplar el mundo a nuestros pies. Escultura que preside este rincón de la playa de Martiánez en el Puerto de la Cruz, Tenerife, y que sobrevuela sobre nuestras cabezas como una verdadera dama del viento.
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