Hemos comenzado el mes de julio, con sus treinta y un días y sus tardes calmas. Se le representa como ese joven de cabellos coronados por las espigas y la piel bronceado. Tarde donde mirar al horizonte es como perderse en la lejanía de los recuerdos y en el aroma de aquellos días de la infancia. Las cumbres de la isla se ensanchan en sus ponentes dejando ver sus dentadas imágenes contra un cielo casi índigo de la noche.
En los huertos contemplamos ya a las uvas crecidas y los paseos se hacen algo fundamental evitando el calor de los días al atardecer.
LA VUELTA DE LOS CAMPOS
La tarde paga en oro divino las faenas
Se ven limpias mujeres vestidas de percales,
trenzando sus cabellos con tilos y azucenas
o haciendo sus labores de aguja en sus umbrales
zapatos claveteados y báculos y chales...
Dos mozas con sus cántaros se deslizan apenas
Huye el vuelo sonámbulo de las lunas serenas.
Un suspiro de arcadia peina los matorrales.
Con un silencio austero... Del charco que se nimba
estalla una gangosa balada de marimba,
los lagos se amortiguan con espectrales lampos.
Y humean a lo lejos las rutas polvorosas
por donde los labriegos regresan de los campos.
(Poema de Julio Herrera Reissig)
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