Estamos inmersos ya en pleno verano y las familias buscan lugares para encontrarse, para descansar y también para conocerse. Hoy en día las generaciones apenas tienen tiempo de entregar a sus legados a quienes les suceden porque vivimos a una velocidad de vértigo y las distancias parecen eternas. Aún así que disponemos de elementos varios para que los kilómetros no sean la principal causa de del desarraigo de las familias. Estamos conectados por la tecnología pero ese roce humano no es lo suficientemente grande para que nos acerquemos al calor de nuestros padres, abuelos, tíos, etc. Recuerdo con cariño momentos de mi infancia en los que sentí la mano de mi abuela, el olor de sus flores y el roce de sus rodillas cuando sobre ellas me sentaba. Me enseño gran parte de lo que soy y de lo que aprendido a través de ella. Hay que proteger esos lazos que nos unen con las generaciones de nuestras familias y tratar de hacer nuestros mundos actuales parte de los que ellos nos transmitieron.
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