Nos dejaba hace apenas unas horas, en su querido Marrakech. El pintor de las palabras y el entusiasta de los atardeceres rojos. Solo dejaré en este apartado el fragmento de una de sus obras porque no valen añadiduras en su carrera como escritor.
"El hombre, único ser consciente o al menos creerlo así, entre la multitud de compatriotas que figuran libres porque malvendían y era un progreso su mísera fuerza de trabajo, feriaban por decreto un día a la semana, procreaban regularmente hijos absurdos, discutían con extraña pasión a cerca de la rodilla de un futbolista o es malherido de un matador de toros. Toros ellos mismos y ni siquiera eso menos felices que hablaban con arrogancia lo permitido y se permitían condenar la condena. Triste rebaño de bueyes sin cencerro y pasto de aprovechados y de cínicos, pueblo heroico en su día.... reducido al cabo de veinticinco años. ¿Cómo Dios mío? a una vana sombra del pasado, a un retintín muerto, cuerpo somnoliento quizás que algún día despertaría"
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