EN EL INMENSURABLE CIELO DE LA MENTE HUMANA
El amor no puede vivir en la
oscuridad. El amor es un reflejo tenue, casi inexistente, de lo que solemos
encontrar en esas ilusiones perdidas. Necesita de la luz, porque está hecho de
luz y, no se trata de un efecto de nuestro pensamiento. Lo incluye todo dentro
de su personalidad ilimitada, porque nada de lo que transcurra en ese tiempo
puede ser real. Cuando descubramos la a temporalidad del amor, podremos
descubrir su esencia eterna. Porque la eternidad del amor es la propia
Eternidad y, todo aquello que aparezca en el tiempo, desparece.
El amor no impide a nadie
seguir sus sueños. No es hábito ni tampoco recuerdo. El amor es siempre nuevo.
Puede nacer, desde un sensible misterio de luz, o simplemente sobre un sendero
borrado ya por la hierba. Nuestra vida es, como la duración eterna de un
instante. Por eso, no intentaré comprender el significado de la belleza de las
estrellas o el secreto del mar. Sólo me sumergiré en él para sentir toda su
fuerza.
Pero sí que intentaré
perseguir a la aurora cada mañana y trataré de volver con ella a través del
tiempo. Me sumergiré en las corrientes del océano, donde se cruzan sus aguas
para formar el alma del mundo. También procuraré leer entera la espléndida
página de la Creación ,
desde el principio de los tiempos, situándome al cobijo del legendario Kotel,
donde la confluencia de las culturas, me sirva de escalera para alcanzar la
máxima comprensión de su misterio.
Sé que al final todo acabará
bien. Si no es así, será porque todavía no hemos llegado a la conclusión de ese
Tercer Templo, en el inmensurable cielo de la mente humana.-
Ana Valentín, un recuerdo para todos aquellos que este día alcanzaron ese otro azul.
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